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HONDURAS

Lecciones aprendidas en el basurero de una ciudad

July 30, 2019

Por Jill Steinmetz

TEGUCIGALPA, Honduras – La montaña formada por la basura de Tegucigalpa se refleja en los barrios cubiertos de desperdicios que se ubican en sus laderas. La basura arrojada en la cima de la montaña se filtra a través de las precarias viviendas, armadas con latas y plástico.

Las personas que viven en estos barrios trabajan duro clasificando la basura de la ciudad todos los días por largas horas, recolectando vidrio y plástico para ganar magros ingresos de menos de $20 por semana, dependiendo de cuántas botellas encuentren y de cuánto les permitan ganar los jefes.

Pero en medio de la desesperación, más de 100 niños y niñas que solían trabajar con sus padres y madres en el basurero, ubicado en las afueras de la capital hondureña, ahora salen de él para asistir a una escuela apoyada por el CCM.

Familia escolar

Dentro de Amor, Fe y Esperanza (AFE), los niños pasan a formar parte de una gran familia escolar que los rodea de amor y apoyo. La familia consiste en maestros, un pastor y psicólogos que proporcionan educación y cuidado holísticos a los 170 niños y sus familias.

Además de aprender lectura, escritura, matemáticas y ciencias, los estudiantes también aprenden sobre autoestima, cómo ser amables unos con otros y cómo llevar una vida saludable. 

Sandi Milagros, de 6 años, trabaja en una tarea en su aula de preescolar en la escuela Amor, Fe y Esperanza en Tegucigalpa, Honduras. Foto CCM/Jill Steinmetz

Reciben desayuno y almuerzo gratuitos, a veces provenientes del huerto hidropónico de la escuela, donde el pescado y la lechuga se cultivan juntos.

Cada día, los maestros destinan un tiempo para que los niños recojan la basura alrededor del campus, para que aprendan a apropiarse de su espacio en la escuela y sentirse orgullosos de él. En un entorno terriblemente contaminado por la basura de toda la ciudad, es un ejercicio y una actitud mental que deben practicar cada día.

"No podríamos hacer nada de esto sin nuestro Dios, que hace posible lo imposible".

- Jesy Romero, directora de AFE

La fe cristiana está incluida en el currículo de AFE y en las clases de Biblia porque "la formación académica de los niños va de la mano de su crecimiento espiritual", explicó Jesy Romero, directora de AFE.

"La fe ha sido uno de los pilares de la estructura organizativa de AFE durante los últimos 18 años", dijo Romero. "No podríamos hacer nada de esto sin nuestro Dios, que hace posible lo imposible".

Historia de una familia

La familia de Wendy Carolina Hernández Enríquez es una de las muchas que conforman la familia AFE. Camina todos los días hasta el campus con sus cuatro hijos más pequeños, de un total de seis. Los dos mayores trabajan en el basurero y nunca tuvieron la oportunidad de asistir a AFE.

Años atrás, cuando Hernández Enríquez dejó a su marido maltratador y no tenía adónde ir, acabó en la colina debajo del basurero, buscando plástico en el vertedero por las noches para mantener a su familia. Ella alaba a Dios por haber encontrado a una mujer dispuesta a ayudarla con sus hijos para que ella pudiera trabajar; pero la vida era muy dura y ella no tenía un verdadero hogar para sus pequeños.

Wendy Carolina Hernández Enríquez en su casa en Tegucigalpa, Honduras, debajo del basurero de la ciudad donde trabaja. Sus cuatro hijos más pequeños estudian en la escuela AFE.  Foto CMM/Jill Steinmetz

Han pasado los años y ella no ha logrado hacer el dinero suficiente para obtener un refugio permanente porque la paga es muy baja y la pandilla que controla el área donde se encuentra el basurero se queda con una parte de las ganancias diarias de cada trabajador, haciendo aún más difícil acumular fondos. Los líderes de las pandillas aplican este "impuesto" a todos los que viven y trabajan en su territorio.

 Un día, una persona le dijo a Hernández que tenía que llevar a sus hijos pequeños con ella al basurero en lugar de dejarlos con su vecina. Ella los hizo subir la colina unos pocos días, pero rápidamente cayeron muy enfermos por estar demasiado tiempo expuestos al sol y a la basura caliente.

 "Gracias a Dios", dijo, "antes de dos semanas, alguien (Jesy Romero, directora de AFE) nos vio allí y me dijo que ella podía llevar a mis hijos a la escuela". El personal de preescolar también cuida de su hijo de 8 meses. Desde ese día, sus vidas no han sido las mismas.

Wendy Carolina Hernández Enríquez junto a sus cuatro hijos afuera de su escuela Amor, Fe y Esperanza. Hernández Enríquez, quien sostiene a Joel, de un año, está junto a Cindy,11, María, 5, y Milagros, 3, afuera de la sede de la escuela. Foto CCM/Jill Steinmetz

"Amor, Fe y Esperanza cuida de mis hijos", dijo Hernández. "Pueden aprender, les dan desayuno y almuerzo, me ayudan con leche, pañales y alimentos para el bebé, y prestan atención médica cuando sea necesario". El personal médico también trata a sus hijos por las mordeduras de ratas.

Cindy, de 10 años, hija mayor de Hernández, dice que sus asignaturas favoritas son matemáticas y español. Le gusta el tiempo de recreo, almorzar con sus compañeros de clase y su maestra, y su clase de Biblia.

Apoyo holístico

Arturo López, conocido en la comunidad como "el Pastor", es amigo de todos los que van y vienen de AFE. 

El pastor del campus y maestro de séptimo grado Arturo López muestra el huerto hidropónico en el campus AFE, donde peces y lechuga se cultivan juntos.  Foto CCM/Jill Steinmetz

Enseña a los estudiantes de séptimo grado y dirige devocionales y clases bíblicas semanales. Acompaña al personal que visita a las familias y ora con los estudiantes y sus familiares. Se sabe el nombre de cada alumno y cree que cada relación es importante y clave para crecer por medio del amor de Dios.

 "La diferencia de AFE es que deseamos servir a sus necesidades, sean las que sean, y eso es diferente de otras escuelas", dijo López.

 Otros maestros también ven sus respectivos roles en AFE como algo más que proporcionar educación. Mercy Morales, maestra de octavo grado, siente que la enseñanza es el llamado de Dios para su vida. "Compartir con estos niños y jóvenes me ha hecho una persona más sensible. Ellos pueden contar conmigo y recibir mi apoyo de muchas maneras", dijo Morales.

En los casos en que Morales no pueda proporcionar la ayuda profesional que sus estudiantes necesiten, los remite a la oficina de consejería de la propia escuela, que apoya la salud mental y emocional de los niños. 

Yanise Gamez, pasante de psicología, ayuda a Christopher Maradiaga, de 8 años, con su lectura. Foto CCM/Jill Steinmetz

La oficina funciona a través de un convenio con la principal universidad pública del país, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, y ofrece a la comunidad AFE el apoyo de estudiantes avanzados de psicología.

Estos pasantes de psicología abordan las necesidades emocionales de los estudiantes que están relacionadas con problemas familiares y de autoestima y trabajan con los niños que tienen dificultades en el aprendizaje de habilidades como la lectura, el habla y la escritura. También trabajan con los padres y madres.

"A veces los niños parecen preocupados por algo, pero no desean hablar de ello", dijo la actual pasante de psicología Yanise Gamez. "Obtener información sobre lo que está sucediendo en su vida doméstica puede ser de ayuda tanto para el estudiante como para mí".

Entre los mayores obstáculos que enfrentan los niños se encuentran las acciones de los padres (varones) hacia ellos, las que incluyen abusos físicos y sexuales. Recientemente se inició un curso para padres, principalmente para enseñarles cómo cuidar a sus hijos y corregir su comportamiento.

Apoyo de SALT y YAMEN

Elizabeth Miller, originaria de Pettisville, Ohio, y participante del programa de adultos jóvenes Sirviendo y aprendiendo juntos (SALT) del CCM, fue profesora de inglés en la escuela durante parte de los años escolares 2018 y 2019. Sirvió junto a Diana Hurtado Gutiérrez, de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, asistente de enseñanza.

Hurtado era participante de la Red de Intercambio anabautista-menonita para Jóvenes (YAMEN), un programa conjunto del CCM y el Congreso Mundial Menonita.

Diana Hurtado Gutiérrez, a la derecha, ofrece tutoría a los estudiantes de 10 grado Yeison Castellanos, Sulmi Ortiz y Yuliana Elvir (desde el frente hacia el fondo).Foto CCM/Jill Steinmetz

Para Miller, la parte favorita de su labor era hacer las visitas semanales a domicilio para conocer a las familias de los niños y tener una visión de su vida doméstica.

"Como profesora, puedo meterles el inglés en la cabeza, pero si no tengo compasión por ellos y por el lugar de donde vienen, no significa nada", dijo Miller. 

Elizabeth Miller, de Pettisville, Ohio, enseña a sus estudiantes de inglés de séptimo grado a través de un juego educativo que ella creó.  Foto CCM/Jill Steinmetz

AFE aprende a conocer a quienes sirve y, por medio de esa relación, comprende cómo atender sus necesidades.

"Creemos que podemos lograr todos nuestros sueños por intermedio de Dios. Sabemos que cuando tenemos esperanza, esto alimenta los sueños de los niños y genera expectativas para el mañana, y la esperanza es fruto de vivir un estilo de vida en el que dependamos de Dios", dijo Romero.

Graduados

La historia apenas comienza para los graduados de AFE. El primer curso egresó en 2011, y ahora 13 alumnos que solían trabajar en el basurero y no tenían educación están estudiando en la universidad. Estos graduados de AFE están involucrados en un programa de tutoría en el cual se reúnen individualmente con un joven estudiante durante sus vacaciones de Navidad para dar aliento y crear conexiones.

Jushua Padia, de 6 años, colorea en su escritorio. Su curso de preescolar está trabajando las habilidades para el dibujo en su aula en la escuela AFE. Foto CCM/Jill Steinmetz 

El graduado Dennis Cruz, que está estudiando trabajo social, dijo que la gente de AFE ha sido como una segunda familia. Han marcado una gran diferencia en su vida y él espera hacer lo mismo por otros.

"Mi sueño es que cada vez más alumnos puedan ser bendecidos", dijo Cruz. "De no haber sido por AFE, muchos no estarían estudiando en absoluto. Todavía estarían trabajando en el basurero".

Jill Steinmetz de Bluffton, Ohio, completó recientemente su período como participante 2018-2019 en Sirviendo y aprendiendo juntos (SALT) en Honduras.

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